Physalis peruviana

Physalis peruviana, una solanácea un tanto diferente

Physalis peruviana poco a poco ha ido ganando adeptos y usos para la preparación de postres. Sin embargo, nos resulta curioso pensar que esta planta pertenece a la familia de las Solanáceas, como el pimiento, tomate, patata o berenjena.

En esta guía os contamos cuáles son sus características principales y una pequeña guía de cultivo de Physalis.

Origen y adaptación de Physalis peruviana

La planta del género Physalis es originaria de Sudamérica pero ha conseguido adaptarse en América del Norte e incluso llegar a Europa y crecer de forma espontánea (aunque no es muy común encontrarse con ella).

En los países cálidos europeos como España o Italia, está completamente adaptada pudiendo, sin muchas dificultades, cultivarla si lo deseamos.

Existen un gran número de variedades de interés agronómico, unas por la comestibilidad de sus frutos y otras por su indudable carácter decorativo. A éstas últimas se las conoce también como linterna china o farolillo chino. Aunque asociemos las solanáceas a berenjenas, pimientos patatas y tomates esta planta también lo es.

De hecho su fruto (esférico-ovalado de unos 2-3 cm de diámetro) recuerda a un tomate cuando lo abrimos, por la disposición de las semillas. Si no fuera por su color naranja,  casi lo confundiríamos con un tomate Cherry.

Aspecto decorativo de Physalis peruviana

El Physalis es un tanto particular. Cuando la flor cuaja para formar el fruto, el cáliz se sigue desarrollando envolviendo al fruto. Esa envoltura tiene una finalidad protectora frente a condiciones extremas, plagas, enfermedades.

Es una barrera física que mantiene el fruto al margen de las adversidades. Estos 5 sépalos que envuelven al fruto son los que dan la gracia a la planta.

Planta Physalis peruviana

Guía de cultivo de Physalis peruviana

Clima

En primer lugar debes saber el tipo de clima al que está adaptada. Es una planta de clima cálido. Aunque esté adaptada a Europa, esta afirmación hay que cogerla con pinzas.

No aguanta bien el frío (se detiene el crecimiento) y con las heladas la planta puede llegar a morir sin mucha dificultad.

Suelo

En este aspecto es bastante tolerante. Lo único que hay que tener en cuenta es el drenaje. El encharcamiento no lo lleva bien. Por otro lado el pH deberá ser cercano al neutro, siendo ligeramente tolerante a la alcalinidad.

Teniendo en cuenta esto, habremos cumplido con el apartado suelo. Si lo deseas, lo puedes plantar en una jardinera sin problemas.

Riego

En este aspecto no podemos descuidarlo demasiado. Que no le falte agua pero evitaremos riegos copiosos que encharquen demasiado. Son preferibles riegos más frecuentes y de menos abundancia.

Necesidades de entutorado de Physalis peruviana

Este punto es el más importante. Al ser herbácea (aunque lignifique con el tiempo), sus tallos son delicados y no soportan bien los fuertes vientos así que cuanto más dirigido y sujeto esté, menores problemas tendremos.

Si nuestra idea es el aspecto ornamental, el entutorado cobra más importancia (estética) ya que dirigiendo correctamente la planta, conseguiremos el efecto «farolillo chino» con más gracia.

Recolección y multiplicación

El momento de recolección lo define muy bien el estado de la envuelta del fruto. Cuando amarillea y se seca, será el momento de recogerlos y disfrutar de ellos.

Para multiplicarlos, lo podemos hacer por semillas. Tiene una alto poder germinativo. Se sembrarán en primavera en condiciones controladas (semillero protegido) a unos 25 ºC.

Cuando se desarrollen los cotiledones podremos hacer un repicado para fortalecer y favorecer el desarrollo tanto de la parte radicular como foliar.

Aquí tenéis lo necesario para aventuraros a plantar Physalis peruviana. Si los preferís para decorar, siempre podéis obtener Physalis alkekengi. Tanto el fruto como los sépalos son rojos.

4 comentarios en “Physalis peruviana, una solanácea un tanto diferente”

  1. Alejandra García Vigil

    Compre estos frutos en una feria de Viena solo por curiosidad y traje las semillas a Buenos Aires, debo decir que sin demasiadas espectativas estoy sorprendida como brotaron todas, y en pocos dias haremos la primera recoleccion.

  2. Aurelio Quijada Fonseca

    Conocí el fruto «por casualidad» e intrigado por ello, (pues esto supe posteriormente que se cultiva muy poco en Chile), lleve unos cuantos capullitos a mi ciudad (Chillán, Chile), he hice un almacigo con las semillas de las cuales me resultaron 3 plantas, que planté en el patio de mi casa, las que ya cumplieron 3 años. Las cuidé en el invierno para que no se helaran y las regué según lo indicaba mi instinto. Con los fruto de estas tres plantas, todos los años hago mermeladas (y que en sabor y consistencia es mucho mas fina y sabrosa que dulces de otros frutos). Multiplico las plantas, las que regalo a mis amigos, pues
    no tengo suficiente terreno para hacer una gran plantación. Por esta página aprendí como encausar su
    crecimiento (entutorado) y otros detalles.

  3. Carlos A. Gainza

    Acerca de la Physalis peruviana hay una historia que de a pocos se va perdiendo, olvidando.

    En el Perú, en Lima específicamente, a esta planta se le llamaba «capulí». Últimamente, para que no se confunda con otro capulí presente principalmente del Cusco, se le ha rebautizado con el nombre nativo de la Physalis peruviana, esto es «»AGUAYMANTO».

    Para los nacidos antes del los ’40 del siglo XX, un poco que nos choca el nuevo nombre y nos resignamos a aceptarlo.

    Muy pocos de las nuevas generaciones han oído hablar del cariñoso piropo al referirse a una moza de «color capulí». Hoy decirle a una de ellas que su cutis es de color aguaymanto, medio que no le hará gracia.

    El color del capulí (Physalis peruviana), y tal vez su textura y aroma, hizo que así llamáramos a ese terso cutis, no absolutamente blanco ni moreno, quizá con algo de moro.

    En el jardín de nuestras casas nunca faltó una mata de capulí que, cual hierba silvestre y sin cuidados, se propagaba y de ahí los tomábamos. En el tocador del dormitorio era usual que se colocara un ramillete de ellos, al ir madurando despedían un aroma delicioso que inundaba la habitación.

    Las casas, departamentos, de hoy ya no tiene jardín, al capulí le han cambiado el nombre, han masificado su cultivo y en tiendas y súper mercados se vende, hasta en conservas, como fruto exótico. Una chica de hoy no entenderá y hasta le chocará si alagándola se le dice: «Qué lindo tu cutis color capulí».

    1. Siendo peruana no tenía idea que capulí y aguaymanto eran lo mismo, siempre había tenido la idea que eran dos frutas diferentes. Me encanta el relato de nuestras tradiciones nacionales, como decía Vallejo en su poema Idilio muerto: «de junco y capulí»

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